Una de las fases más bonitas de la vida en pareja es cuando, desde un amor sólido, se decide cristalizarlo en un hijo. Muchas son las expectativas de futuro y los deseos. Pero a medida que el embarazo avanza y los padres son más conscientes de los cambios, que la llegada del pequeño va a suponer en sus vidas, se generan sentimientos de culpabilidad a raíz de las dudas y miedos que genera tener descendencia.
Un pequeño intruso invisible aparece de repente entre la pareja, para cambiar sus vidas, para hacerles priorizar, reorganizarse el tiempo libre, exigiendo más a nivel emocional y físico.
Incluso antes de nacer, el futuro bebé, ya esta alterando los hábitos de comida y bebida, las actividades que suelen hacer y la frecuencia de las relaciones sexuales. Y la idea de que estos cambios todavía se acusan más después del parto, todavía genera más sentimientos ambiguos y más temores. Sin duda hay que hacer un buen equipo de pareja porque va a ser una época muy bonita y gratificante, pero también extremadamente exigente.
Tener una mezcla de sentimientos es normal y sano, siempre que se acepten. Los cambios siempre generan estrés, y si tenemos en cuenta todos los cambios que se vana dar en este periodo de nuestras vidas, es más que razonable sentirse abrumado. Pero debemos tener presente que el estrés, a dosis correctas, es funcional ya que nos ayuda a encontrar soluciones y a anticiparnos delante de los factores que nos inquietan.
Lo mejor es no generar resentimientos de lo que no se puede hacer, y disfrutar en pareja de los planes que sí podéis hacer. Es muy importante, ahora más que nuca, hablar con la pareja y compartir las dudas, las preocupaciones y conjuntamente encontrar soluciones o estrategias. A veces basta con darle la vuelta al punto de vista: si nos quedamos con la idea de que no podemos trabajar una jornada completa y todo lo que perdemos con ello, nos generará frustración y resentimiento. Sin embargo podemos ver todo lo que podemos ganar: tener más tiempo libre para cuidarnos, pasear, ir al gimnasio, hablar con las amigas, leer, visitar a los familiares, o hacer aquello para lo que antes no tenías tiempo.
Seguramente, la organización de la vida en pareja no volverá a ser la misma. Simplemente porque de dos personas, pasan a ser tres. Pero pasado el estrés inicial, el agobio de los cambios organizativos y la exigencia física por la demanda del bebé, la pareja descubrirá un nuevo concepto de felicidad y plenitud.
Habrán cosas que tal vez en un inicio no podáis hacer, pero podréis hacer muchas otras que hasta ahora no contemplabais. Y si trabajáis como equipo (os ayudáis, os escucháis, os coordináis para relevaros y tener tiempo individual y tiempo de pareja) la llegada de un hijo os unirá más.
Dedicaros tiempo en pareja. Comunicaros. Hablad de las situaciones futuras que os preocupan y encontrad soluciones conjuntas. Cuando más grande sea vuestro “manual para situaciones nuevas”, mejor gestionaréis la llegada del nuevo miembro familiar.
Disfrutad y muchas felicidades.